jueves, 23 de febrero de 2012

Los funerales eran un terreno desconocido para Bernarda hasta aquella tarde de enero en que un auto atropelló al perro de su vecina. Todo el barrio se reunió en la plaza de la esquina para presenciar el entierro. Pasó noches enteras sin poder dormir, recordando el gran charco de sangre que rodeaba la cabeza de aquel pobre bicho que antes de morir sacudió repetidamente sus patas en señal de agonía. Terminó aquel cuadrúpedo sin pena ni gloria, bajo un poco de pasto, barro y ramas secas en la plaza de la esquina. Bernarda compró una correa para su perra. Yo no sé por qué la gente insiste en llamar plaza a un terreno que no tiene árboles ni sombras.

2 comentarios:

lacalledelasranasquelloran dijo...

muuuy buenoooo

José A. García dijo...

La gente insiste en cosas tan ridículas a veces...

Te quedó excelente la mano de pintura que le diste al blog.

Saludos

J.