miércoles, 31 de agosto de 2011

Bocetos. parte 1

Querido Julio, esto de mudarse es extrañísimo. Parece que mi destino es seguir los pasos nómades de mis padres. Por lo pronto lo único que buscaba era alejarme de ellos y acá estoy. Verás, más difícil que "desempacar" es estar en tu casa (que ya no ves más como tu casa) con un montón de bolsas de supermercado, otras de consorcio y alguna que otra caja a tus pies, tratando de sacar de tu habitación o de los altillos las pocas cosas que son "tuyas". Algún cd que me compré con plata que me regalaba la abuela, un jean que me dio Helen porque le quedaba chico, y los libros que me compré en la calle Corrientes estos últimos meses. Saqué todos los dibujos a la calle, una caja llena de rollos de papel madera que pronto se llevaron entre un cartonero y un vecino chusma que al rato los volvió a sacar a la calle. El recolector de residuos ya pasó. En el altillo encontré una caja que tenía más cuadernos y libretas de esas que escribo año a año... todas de tapa dura y anillado. Pensé que iba a llorar, pero realmente me dieron ganas de tirarlas también. Después pensé que sacarlas a la calle no era buena opción, el vecino chusma me cae muy mal. Me puse a leerlas y cuando me di cuenta se había hecho tan tarde que Matías me había venido a buscar, con sus cosas ya listas. Me ayudó a guardar rápido un par de cosas más y nos sentamos a tomar unos mates. Me dio un regalo. Más allá del bien y del mal, El anticristo, El crepúsculo de los ídolos y Ecce Homo, envueltos con una cinta de mi color favorito. No me dijo nada, pero interpreté que ahora eran míos. Sin decir palabra, descolgué de la pared del living de la casa de mis viejos el cuadro que pinté de la jirafa, que él tanto adora. Nos estábamos desprendiendo en nuestras casas, de nuestras cosas. Pero con esta entrega material sellábamos otra unión. Un vecino, pero de los macanudos, nos cambió tres colchones destruidos por uno grande en muy buenas condiciones. Con la plata de las pinturas que vendí a dos mangos esta semana compré arroz que ya planificamos comer de todas las maneras posibles para no aburrirnos. Será divertido por lo menos hasta que cobremos los sueldos esos de mierda que nos deben hace tanto.
 Matías ya instaló el equipo de música, no necesitamos muchos electrodomésticos más que ese y la compu con la internet robada de algún vecino. Tenemos frazadas, de lanas de muchos colores, tejidas al crochet por mi tía abuela. Cuando advierto esto me acuerdo de la gente que duerme en los huequitos del edificio ese de la Talcahuano y Av. Mayo, que no tienen colores, ni techo, ni Matías, ni arroz sin queso.
Siento que se me desprende el alma en pedazos, desde que llegamos estamos sentados arriba del colchón que está apoyado en el suelo, obviamente. Ninguno de los dos dijo más de tres palabras en toda la tarde y Matías solo fuma porro cuando puede armarlo porque le tiemblan las manos, se le cae todo, se enoja y lo tira. Así dos o tres veces hasta que se duerme. Yo escuché el mismo cd de Sabina 7 veces. Un cd que le afané a mi viejo, claro. Sigo triste por lo otro, pero se que hice lo que tenía que hacer. Me ayudó a concretar de un día para otro esto que veníamos craneando con Mati hace meses, y el chabón no nos aguantaba más la pieza, no podíamos  perder la oportunidad. Presiento que un par de metros cuadrados con una ventana de vidrios repartidos, el piso de pinotea y alguien que no sea el perro durmiendo entre mis piernas pueden cambiarme la vida.

2 comentarios:

Danilo Gatti dijo...

presiento lo mismo.

Vicki Baum dijo...

mi Patti contemporánea, en un Chelsea improvisado.