martes, 8 de febrero de 2011

viejas noches blancas





temblaba de miedo cuando los tambores dejaron de sonar.
el silencio fue sepulcral. 
un golpe, el desgarro, rápidamente la humedad en su cabeza se coló por la comisura de sus labios, y recorrió sus hombros hasta llegar a las manos.
la sangre de la gallina que habían decapitado cubría todo su cuerpo, el cuerpo estaba en sus pies y la cabeza, clavada por el pico en la suya.

pero a él le dolía el alma.
el alma no sangra. los hombres y las gallinas si.



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