viernes, 7 de enero de 2011

El granero


La tía Crisolita se alejó de la casa. Se adentró en el campo apenas iluminado por una luna en cuarto creciente. Sin embargo avanzó sin tropezar, pues esas tierras la vieron nacer . El Entre Ríos de principios de siglo. De siglo XIX. La decadencia ocupaba cada centímetro de lo que quizás en algún momento fue un granero. Ahora a duras penas había paja sin ojos ajenos, mucha suciedad sin dueño, herramientas olvidadas y especialmente ratas en cantidad. En ese espacio se reproducían con placer y facilidad. De la misma forma entró la tía Crisolita al granero. En la soledad y el silencio del campo había aprendido a reconocer un leve cambio en el chillido de las roedoras al momento de parir. Se abrió camino con un rastrillo hasta llegar a las ratas, y con facilidad tomó por la cola a las recién nacidas y las guardó en una bolsa de lienzo. Al llegar a su casa las ahogó una por una en un gran frasco lleno de aceite, que luego tapó con fuerza y placer.

Era (quizás) el remedio contra el cáncer, el sida, y el mal de amores. Pero dicen que todas las mañanas llegaban, desde otros pueblos del interior, carros llenos de bebés, niños y ancianos solo para ponerse un par de gotas del remedio de la tía, que curaba los fuertes dolores de oído.


.




No hay comentarios: